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Cómo las instituciones coordinan esfuerzos de diversos sectores para atender situaciones sociales no contempladas desde el Estado.

El crudo e impiadoso invierno agravó la situación social en Casilda donde decenas de familias afrontan necesidades que ya superan la capacidad de respuesta del Estado y buscan en la caridad un aliado para intentar ganarle la pulseada al desamparo. Y esa realidad de fácil observación, especialmente en sectores marginales del casco urbano donde la precariedad habitacional es moneda corriente, duele aún más al contrastar con la riqueza que asoma desde los campos que rodean a la ciudad sin derramar lo suficiente para mejorar la calidad de vida de los que menos tienen.

A la falta de trabajo y de oportunidades se suma el frío para hacer aún más difícil la pelea contra los avatares de la pobreza en la que se ven sumergidos cada vez más vecinos que por estas horas encuentran su principal consuelo en la solidaridad que aflora de la comunidad.

Claro que tal comportamiento social lejos está de resolver cuestiones de fondo que merecen de políticas públicas más activas, pero no es menos cierto que sin esa sensibilidad el panorama sería aún peor.

Aunque el gobierno local pudo, al menos hasta ahora, evitar situaciones de calle parece estar desbordado al dejar flancos que terminan siendo atendidos por instituciones de bien público, organizaciones sociales, políticas o religiosas que juntan ropas de abrigo, frazadas y alimentos para tender una mano.

Y a ello se suman merenderos que contribuyen a paliar la crítica situación que también moviliza al sector privado, fundamentalmente empresarios del rubro gastronómico que convierten su generosidad en un plato de comida caliente para quienes necesitan.

En los últimos días la ayuda de la comunidad avanzó de la mano de las bajas temperaturas que aún se mantienen y siguen sacudiendo a familias que sobrellevan buena parte de la situación gracias a acciones solidarias provenientes de diversos espacios.

Las colectas y entrega de donaciones no solo se multiplican sino que adoptan formas que no eran habituales en esta ciudad, cabecera del departamento Caseros, donde los datos de la realidad revelan que las diferencias sociales se acentuaron.

Un quiosco que regala pan, una rotisería que suele preparar menú gratis o un bar céntrico que ofrece a sus clientes donar un almuerzo a bajo costo, son apenas algunos de los gestos surgidos en medio del difícil coyuntura social que atraviesa Casilda y que no pocos asemejan o califican como «más dramática» que lo sucedido durante la crisis que asoló al país en 2001.

«Nunca antes habíamos visto una problemática social tan crítica como esta, razón por la cual nos organizamos para dar respuestas ante esta dura realidad que golpea», coincidieron en señalar a La Capital integrantes del grupo de catequistas de la parroquia Nuestra Señora del Luján que tomó el guante para garantizar que los chicos carenciados del barrio Alberdi puedan disfrutar de una merienda durante las vacaciones de invierno.

Adriana, Silvia, Nora y María no solo van todos los días al salón parroquial a preparar y servirle la copa de leche a los casi 40 pequeños que concurren sino también a juntar donaciones de ropa y calzado que distribuyen a familias necesitados. «Esta iniciativa surgió porque vemos y sentimos necesidades que no pueden esperar», dijeron.

Algo similar ocurre en el merendero que funciona en la vecinal del barrio Granaderos a Caballo donde también asisten chicos de otros sectores de la ciudad. «Esta situación es la más crítica que vi en los últimos tiempos al punto que no se da abasto con las demandas que crecen en la ciudad ante la falta de presencia o fallas por parte del Estado», dijo una de las responsables de espacio, Georgina Caffi.