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Las visitas guiadas al Redentor ahora suman una puesta teatral, con actores locales, que recrean los inicios de la ciudad, de la necrópolis y de la historia prostibularia

Apuesta local
La apuesta es un desafío para la ciudad. El Redentor, y sobre todo el espacio reservado al cementerio Hebrero, habían sido siempre lugares de visita de los deudos y conocidos de los difuntos. Pero la historia que encierra el amplio predio llevó a las nuevas autoridades a revalorizarlo como parte del patrimonio.

Y las visitas, que eran sólo esporádicas y reservadas para contingentes especiales, se fueron abriendo. Primero fue una al «cementerio de los rufianes», o de las «prostitutas polacas», como se lo llamaba en su momento, después hubo una recorrida nocturna, con todo el halo que le da la caída del sol a un lugar tan sagrado. Y ahora, este diálogo entre el pasado y el presente, a través de la teatralización.

– Raquel, si necesitás algo, avisá, Y mirá, alrededor tuyo somos un montón de personas dispuestas a ayudarte – le dice Rossi a la recreada Liberman. Los que están alrededor no son más que los visitantes de una recorrida por la historia.

– ¿Y qué van a hacer? ¿Ustedes se creen que va a estar mejor en otro lugar que en la Mueblada? ¿Qué prefiere, Polonia, el hambre, la patota? – le responde Korn desde el pasado.

Mariana Rossi intenta hacer su papel desde el presente. Seguramente, a principios del siglo XX la discusión entre ambos no hubiese sido en los mismos términos. Es más, difícilmente una mujer se hubiese acercado a discutir con un proxeneta el destino de una prostituta. Pero son las cosas que pasan cuando el hoy discute con el ayer. Igualmente, aclara los términos de la ficción: “Situaciones como esta se vivían en los burdeles de Granadero Baigorria”.

“Este cementerio es enorme, lleno de recovecos, y ha crecido de la misma manera que lo hizo Granadero Baigorria. Así como la ciudad fue anexando un barrio y otro, en el cementerio ocurrió lo mismo, con esta parte que es más vieja, y con la de enfrente, porque los de enfrente tenían escrituras, pero nadie quería tener algo enfrente de un cementerio”, cuenta Rossi.