El desborde sigue anegando barrios y asentamientos. La ruta 9 permanece cortada, y hay unos 25 evacuados en el parque Sarmiento y otros 50 autoevacuados. Piden que se levante el peaje de la autopista a Córdoba
En el territorio lindero al Carcarañá
Barrio El Formoseño es un asentamiento consolidado hace décadas que creció sobre los márgenes del río, del lado del departamento Iriondo, hacia Correa. Allí, la pobreza, indigencia y el sacrificio cotidiano son moneda corriente entre estos vecinos que se ayudan entre sí, y conviven con el fantasma de las inundaciones cada vez que se desata una tormenta de magnitud. Pocos olvidan que en 2012 y luego en 2015 el barrio quedó bajo agua. En estas oportunidades no hubo mucho tiempo para reaccionar, como esta vez cuando muchos pudieron llevarse las cosas de valor con los parientes y poner a resguardo a las mujeres y los niños.
Con el agua a centímetros de su vivienda, con años 30 viviendo cerca del Puente de Hierro, Esther vive con las inundaciones en su cabeza. «Ya perdimos todo una vez, en la segunda también. Y así hasta que uno se va haciendo conocedor del río y toma las precauciones», comenta mientras gran parte de los muebles están sobre el techo de su casa y otros elementos los llevaron al pueblo. Muchos de los vecinos fueron al refugio del Parque Sarmiento, particularmente sobre el fondo del barrio en una pendiente de los pasillos que deja a varias casas vulnerables. Su pareja comenta que en 2010, una crecida fue de madrugada y los dejó sin capacidad de reacción. «Nos llevó todo de noche y con todo oscuro no hubo mucho que hacer», comenta.
Roberto tiene 39 años y de pibe vive en El Formoseño. Justo enfrente está el Puente de Hierro y aguas arriba El Solar. «Te agarra tristeza cuando viene el agua. Esta vuelta estuvieron precavidos porque los bomberos vinieron a avisar. La más jodida fue la de 2012. Muchos vecinos perdieron todo en el río. Esta vez se dijo temprano y la gente pudo poner los muebles arriba y actuar a tiempo», comentó durante la recorrida que hizo este diario en función de la advertencia recibida.
Por los pasillos, aún cubiertos de barro y charcos, la calle paralela al río lleva hacia los fondos del asentamiento. Sabrina coincide que la crecida de este 2025 fue más permisiva. «La del 2012 que fue de noche, fue terrible», repasa. «Se sufre al dejar la casa, pero hay que hacerlo por precaución, por los niños. Ahora, gracias a Dios, la estamos pasando no tan mal. Parece que bajó un poquito, pero no sabemos si falta venir agua; tenemos incertidumbre», dice asustada y detalla que tomó a sus hijos y se fue al pueblo, a la casa de su abuela. Con el agua a dos metros, y con su vivienda en la fila del medio, zafó de lo peor.